El paisaje aragonés modela. Como sugiere Gilles Clement en su obra el tercer paisaje, en nuestro territorio existe una frontera imaginaria hecha de fortificaciones, derruidas algunas, otras a punto de desaparecer del pensamiento colectivo y unas pocas rehabilitadas a base de tesón.
El desierto del perro es una performance audiovisual hecha película que trata de aunar, desde la metáfora parodiada, algunos de estos elementos.
Alude por supuesto a ese icono reconocible que es el perro de Goya y que otros tantos artísticas desde su configuración, de forma más o menos implícita y divergente han empleado para visualizar, criticar o reflexionar sobre lo que es el carácter aragonés. Desde Antonio Saura a Víctor Mira, por citar solo a algunos de ellos.
A través de cuatro personajes que presenta este viaje inspirador que es “El desierto del Perro”, se pretende recrear una atmósfera muy nuestra y personal que con un elevado grado de performatividad alude al carácter desértico y fronterizo en ruina con cierto predicamento del Simón del Desierto Buñuelesco.
Una obra que acaba siendo una especie de desert-movie en las que emergen elementos reveladores como el viento, el polvo o el sol abrasador, junto con esa ruina silenciosa que nos mece y acoge a las y los zaragozanos.
No es una película al uso, ni tampoco una película de uso. Podría ser un documental si tan solo mostrara ese aspecto de la realidad que es propio del género. Pero acaba siendo un producto que representa una narrativa disruptiva y ahí es donde consideramos que está su razón de ser.
.
